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Cuando el terror se volvió fascinante
Una tarde, mientras ordenaba mi pieza, me encontré con un libro titulado La habitación secreta, de la saga La calle del terror de R.L. Stine. Ahí todo cambió. Fue la primera vez que leía una novela de terror, y la sensación de intriga, miedo y suspenso al querer descubrir qué iba a pasar fue simplemente fascinante. Poco después comencé a leer creepypastas que, en ese momento, me provocaban un terror increíble.
Lo único que quería era escribir mis propias historias de suspenso, terror e intriga. Así nació la primera historia, Más allá de lo real, que con los años se transformó por completo hasta convertirse en lo que hoy es Etéreos.
En medio de ese camino descubrí el terror psicológico, y ahí se abrió otro mundo. Ese tipo de terror es distinto, no se queda en un susto pasajero, sino que busca colarse en tu inconsciente y permanecer ahí, incomodándote con el tiempo. Un gran ejemplo es la película Cuarto contacto, que todavía hoy me genera una incomodidad difícil de explicar.
Con los años entendí qué era lo que más me atraía, las historias con personajes redondos, que nos permitan comprender las razones de sus acciones, sus emociones más profundas y sus miedos más íntimos. Historias que, al final, logran trascender hacia el espectador y dejar una huella que permanece incluso después de terminar la última página o la última escena.
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